
El prestigioso medio de prensa estadounidense publica un artículo sobre la selección de Uruguay bajo el proceso liderado por el Maestro Tabárez.
Desde Sochi, Rusia, en plena definición de la Copa del Mundo, Tabárez y el plantel uruguayo trabaja para una nueva instancia de una selección que pasó de estar absolutamente relegada en el plano internacional a ser de las más competitivas del mundo. Pero no sólo lo deportivo es destacable, sino también el camino recorrido y sus formas.
Así lo destaca el diario The Wall Street Journal, que lo titula «Uruguay: la Sociedad de los Poetas Muertos del Fútbol», donde menciona al proceso cómo el comandante llamado «maestro» dirige a sus seleccionados cual discípulos de un internado.
Comienza el artículo haciendo mención que en los 150 años que tenemos desde que el fútbol se inventó en los campos embarrados de los colegios internados de Inglaterra, «el deporte cambió tanto que es prácticamente irreconocible de aquellos muchachos de sangre azul que pateaban una pelota pesada de cuero».
«Pero no ha cambiado totalmente. Porque en un pequeño puesto de avanzada en el río Volga, un hombre canoso de 71 años que camina con bastón, el hombre al que llaman «el Maestro», aún educa a jóvenes para que se comporten con carácter -y ganen partidos en los Mundiales-. Su nombre es Oscar Tabárez, y en 12 años a cargo de la selección nacional de Uruguay ayudó a convertir un país de 3.5 millones de habitantes al mejor equipo de fútbol del mundo -en proporción- al tratar a sus jugadores como si fuera un profesor de Eton o Harrow».
«Tabárez ha dicho varias veces que su objetivo principal es moldear hombres integrales. Imparte lecciones sobre el respeto, la decencia y la importancia de los buenos modales. A pedido de Tabárez, Uruguay quizá sea el único equipo en Rusia que tiene a su escuadra de millonarios durmiendo en cuartos compartidos durante el torneo. Y toman mate constantemente».
«Cuando Tabárez fue llamado para solucionar esto, identificó inmediatamente el problema. Uruguay tenía jugadores talentosos, pero carecía de la estructura para convertirlos en ciudadanos de bien», cuenta la crónica, para explicar luego lo que fue el proceso celeste de selecciones.
«Sin importar lo que pase con su equipo en este Mundial, la misión de Tabárez para educar a los jugadores en temas ajenos a la cancha continuará. Está considerando poner clases de inglés a disposición para los más jóvenes y brindarles asesoramiento que cubre leyes contractuales básicas para ayudarlos a navegar por el mundo del fútbol profesional. Sobre todo, quiere que permanezcan en el equipo de Uruguay el mayor tiempo posible, donde pueden graduarse de la escuela del maestro para futbolistas sobresalientes. ‘Es como les digo a los jugadores del equipo nacional’, dice Tabárez: ‘Podés lograr buenos contratos en clubes, ganar prestigio, pero hay algunas cosas que solo las obtenés jugando por Uruguay», concluye.
Ya en Uruguay, Óscar Botinelli había afirmado por medio de un estudio llevado a cabo por su consultora que «Tabárez exhibe los valores de la vieja escuela pública», hablando también de la concepción de lo colectivo por sobre lo individual, así como asumir los propios errores y no poner la culpa afuera, siempre cuidando el comportamiento bajo la premisa de «no comprometer la propia conducta a cambio de un resultado obtenido de mala fe».
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