Por Bruno Casartelli para proyectobuhoblog.wordpress (Nosotros solo copiamos y pegamos)
Pocas cosas identifican tanto a Uruguay como el fútbol. Especialmente en momentos como este, cuando el paso directo al Mundial de Rusia, antecedido de una seguidilla de buenos resultados, transformó cada triunfo deportivo en euforia y esperanza colectiva. No hace falta más que salir a la calle en cualquier instancia cercana a un partido para notar la efervescencia especial que se vive “cuando juega Uruguay”. Bien dice la canción que “cuando juega Uruguay corren tres millones”. El sentimiento colectivo que se impone es realmente ese, el de tres millones de personas que se afirman uruguayas más que nunca a través de la selección. A tal punto juega Uruguay que se impone el “jugamos”, y la aclaración despersonalizada de que “juega la selección de fútbol” es una herejía raras veces cometida.
Es que en un territorio donde la fundación del Estado precedió de cierta forma a la propia nación, la construcción de la identidad uruguaya fue un proceso complejo en el que el fútbol tuvo un papel crucial. Los grandes triunfos tempranos de la selección y el desarrollo exitoso de los clubes, fenómenos ambientados en toda una mitología nacionalista de la “garra charrúa”, marcaron a fuego esa identidad, que se forjó acompañando el proceso de modernización y afianzamiento del Estado y del propio sistema democrático en el país.
En ese sentido, la ausencia de una definición clara sobre la fecha de independencia y sobre los orígenes de un supuesto proyecto nacional (más artificial que real) hacen que hasta hoy la identidad nacional quede mucho más ligada a la selección de fútbol que a ninguna otra expresión, siendo un fenómeno de incomparable popularidad y trascendencia en todos los contextos sociales. Incluso el contacto masivo con símbolos nacionales como el himno y el pabellón se da más que en ningún otro momento a través de la presentación formal de la selección en cada partido, siendo la instancia en que más cantidad de uruguayos participan de este ritual colectivo asumiéndose esencialmente como tales.
Este vínculo entre el deporte moderno como espectáculo de masas y las identidades nacionales no es nada novedoso. A su vez, las consecuencias de este fenómeno llevado al extremo de los nacionalismos exacerbados es sin duda una materia discutible, fundamentalmente respecto a las derivaciones xenófobas que puede tener esa construcción de un “nosotros” opuesto a un “ellos” a través de lo deportivo. Sin embargo, es indudable que esa fuerte identidad es sumamente beneficiosa si se piensa impulsar proyectos que impliquen un desarrollo sostenido a nivel de todo un país.
En esto es de especial importancia el trabajo formativo tantas veces remarcado por Tabárez y su equipo técnico. El gran sentimiento de comunidad que despierta el fútbol en los uruguayos en este momento de auge debería aprovecharse en sus mejores facetas. Los múltiples ámbitos de formación deportiva desde la infancia son una esfera privilegiada para transmitir los valores ciudadanos de respeto, tolerancia y solidaridad, que nos harían una mejor sociedad.
El actual proceso de selección se ha destacado por promover estos valores desde todos los aspectos del juego, dentro y fuera de la cancha. La importancia del camino más allá del resultado ha sido un rasgo esencial, así como el cambio drástico en la forma de juego, tras años del “ganar como sea”, de habernos identificado con el juego violento y la búsqueda de la ventaja antideportiva.
El respeto por las reglas y por el adversario en todo sentido, el juego limpio y la valoración del aprendizaje colectivo más allá de los resultados de corto plazo no son expresiones casuales. Hacen a una concepción general que representa un gran cambio de paradigma con respecto a los caóticos antecedentes de la selección nacional en años recientes. Los grandes referentes del plantel celeste, ídolos populares por excelencia, se encargan de retransmitir permanentemente el mismo mensaje, siendo una enorme influencia positiva sobre los más diversos espacios de la sociedad uruguaya.
Quienes vivimos nuestra infancia en épocas donde no había lugar alguno para grandes esperanzas cuando jugaba Uruguay valoramos especialmente este contexto en el que la selección contagia tanta admiración y expectativa a todo nivel. “Uruguay es horrible”, “Uruguay pierde con cualquiera”, “Uruguay no tiene chance”, “Uruguay siempre afuera” eran las frases más escuchadas en ese entonces. Hoy están prácticamente desterradas.
Así como los éxitos de la generación olímpica de comienzos del siglo XX fueron un hito fundamental en la construcción de una verdadera nación uruguaya, el auge actual de nuestro seleccionado tiene el enorme potencial de ser un nuevo mojón en la reafirmación del Uruguay como proyecto viable y próspero, después de una larga acumulación de frustraciones que acompañaron el ostracismo deportivo.
BRUNO CASARTELLI NACIÓ EN SAN JOSÉ, A LOS 28 DÍAS DEL MES DE SEPTIEMBRE DE 1988.
DESDE LA CREACIÓN DE LA WEB ES UNO DE NUESTROS FOTÓGRAFOS -registrado en OFI- PORQUE SI ALGO SOMOS ES RESPETUOSOS DE LA LEY.
NIETO DEL LEGENDARIO LUIS PEDRO SERRA, JAMÁS PUDO INCURSIONAR CON ÉXITO EN EL MUNDO DEPORTIVO. ZURDO CERRADO, A PESAR DE SU TOSQUEDAD LOGRÓ UN CAMPEONATO DE PRIMERA DIVISIÓN DE FUTSAL CON EL CLUB LAS MARUJAS, TUVO UN PASAJE POR EL RUGBY LOCAL EN EL SIEMPRE RECORDADO ÑANDU CLUB, Y A SUS JÓVENES 26 COMENZÓ A PRACTICAR BASQUET CON LA CATEROGÍA +40 DEL CLUB SAN LORENZO; TODO DE FORMA AMATEUR, CON ESCASAS CONDICIONES PERO CON MUCHO PUNDONOR.
EN SU JUVENTUD, Y TRAS DARSE CUENTA QUE NO SE PODÍA JUGAR FUTBOL AMERICANO EN ESTE PAÍS PORQUE NO SE JUNTAN 60 CRISTIANOS NI DE CASUALIDAD, SE DEDICÓ A ESTUDIAR CIENCIAS POLÍTICAS, Y SABEMOS QUE ANDUVO MOLESTANDO A MUCHOS LECTORES DE LA PÁGINA PARA SU TESIS SOBRE EL FÚTBOL INFANTIL.
FINALIZADA SU CARRERA Y HABIENDO OBTENIDO EL TÍTULO DE LICENCIADO EN CIENCIAS POLÍTICAS, TRABAJA EN OTRA COSA.
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