Emanuel David Ginóbili, el genio del básquetbol, el héroe silencioso, de perfil bajo, deja las canchas como jugador a sus 41 años de edad. Aún vigente, con la magia de siempre, finaliza su carrera en el equipo que lo tuvo como líder y en el cual hizo historia.
El pequeño Ginóbili que picaba la pelota con las dos manos y hacía piruetas en el aire con la camiseta del club Bahiense del Norte, lejos del ruido porteño y de las cámaras de TV. A una distancia impensada de la mejor liga del mundo, de la NBA, el pibe siente la camiseta, entrena y desde ya tiene al básquetbol como deporte favorito y más: la herramienta para mejorar vidas.
Así, entre actitud y talento, Manu se desarrolló en las pequeñas canchas argentinas. Más de una vez supieron cerrarle alguna puerta argumentando falta de estatura, falta de talento y otros etcéteras que vaya uno a saber. Pero poco importó, porque cuando tuvo que demostrar, demostró, brilló, cayó y volvió a volar. No sólo fue uno de los más geniales jugadores que el básquetbol haya visto en su historia, también ha sido pilar fundamental para el desarrollo del deporte y el desarrollo de proyectos para el desenvolvimiento de personas, de humanos, de ciudadanos.
El argentino que el mundo idolatra, que rompió con todas las fronteras y que en cada rincón del mundo despierta la admiración. El ídolo argentino menos argentino y más ídolo. Ginóbili, que dentro del rectángulo de juego hizo historia consagrándose tanto con la selección argentina como con el equipo de los Spurs. Considerado uno de los mejores jugadores de toda la historia, rompiendo récords y cualquier pronóstico que podría suponerse sobre aquel pibe salido del Bahiense del Norte. Y aunque bien podría seguir derrochando talento, deleitando fanáticos, on 41 años le pone fin a su carrera.
No sólo el mundo del básquetbol agradece, el planeta entero lo repite en todos los idiomas: #GraciasManu!
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