Darse una vuelta por el pintoresco Menéndez Celentano es, además de acompañar las actividades deportivas, encontrarse con el merecido homenaje a uno de los grandes hombres que tuvo el fútbol de San José trabajando incansablemente desde la humildad: Sergio De Armas.
Hombre trabajador, de físico grande y de corazón inmenso para con su River Plate. El Gordo, como los más allegados le llaman aún hoy, no está más entre nosotros desde octubre del año pasado (2016), cuando una enfermedad pudiera más… pero no pudo alejarlo del club de sus amores, el club al cual pertenecía en las buenas y en las malas, el de camiseta de bastones rojos y blancos; hasta el último día de su vida lo encontraron firme en el trajín diario de las mil responsabilidades que conlleva un dirigente en el medio local.
Hizo de todo, no hubo que no hiciera dentro del club; vivió y respiró River Plate. En la Liga, al costado de la cancha, acompañando a los gurises del barrio, en las prácticas, en la sede, en las actividades extra deportivas, en su casa: el Gordo era River en su esencia.
El viejo Huracán de la Picada tuvo a uno de esos tipos que poco se ven, de esos que ponen su esfuerzo sin pedir nada a cambio, por sentimiento y convencimiento, consciente del valor que tiene una institución en la sociedad. River, por lo que representa, también merecía contar con un baluarte como De Armas.
Por eso hoy es gratificante encontrar su nombre oficialmente en la cancha de baby fútbol, justamente en ese espacio destinado al fútbol infantil. Nada más ni nada menos; donde se forma a los niños y niñas que serán ante todo ciudadanos y luego jugadores. Lo merecía el Gordo, lo merecía River Plate.
Allá, en el siempre bien cuidado Menéndez Celentano, en la cancha de los más chicos no sólo crece el césped, crece el barrio y crecen personas que, ojalá, el destino traiga más De Armas en el futuro.
Fotos del homenaje realizado por el Club Atlético River Plate, gentileza de Gonzalo Travieso.
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